Aquí tenéis, en
canto y alma, al hombre
aquel que amó,
vivió, murió por dentro
y un buen día
bajó a la calle: entonces
comprendió: y
rompió todos sus versos.
Así es, así fue.
Salió una noche
echando espuma
por los ojos, ebrio
de amor, huyendo
sin saber adónde:
a donde el aire
no apestase a muerto.
Tiendas de paz,
brizados pabellones,
eran sus brazos,
como llama al viento;
olas de sangre
contra el pecho, enormes
olas de odio,
ved, por todo el cuerpo.
¡Aquí! ¡Llegad!
¡Ay! Ángeles atroces
en vuelo
horizontal cruzan el cielo;
horribles peces
de metal recorren
las espaldas del
mar, de puerto a puerto.
Yo doy todos mis
versos por un hombre
en paz. Aquí
tenéis, en carne y hueso,
mi última
voluntad. Bilbao, a once
de abril,
cincuenta y tantos
A continuación un enlace donde Victor Manuel recita este poema.
A mi me ha parecido un poema muy bonito, y además muy profundo. Y las comparaciones que hace son muy originales.
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